Pasó por el luegar discretamente, la sombra del Otokage apenas tuvo que tocar el hombro de su fiel ninja Juugo y dirigirle órdenes directas, iba a otro país, y el Shinobi debería quedarse a cargo de togakure, por poco tiempo, le dejó una águila de papel, veloz como nada, que le avisaría de cualquier infortunio rápidamente mediante una nota escrita en ella. El Otokage empezó entonces a andar, con gran talante, adentrándose en un pequeño bosque que rodeaba a la aldea. Había hecho una gran estrategia, así tendría una muy buena manera de viajar rápidamente a Konoha si esta se convertía en aliada. Había plantado una pequeña flor, pero de gran raíz, en el mismísimo despacho, de un color rosado que se confundía en el cerezo. esta raíz se alargaría hasta que llegase a Konoha, donde la colocaría de la más oculta de las maneras.

El ahora rubio Otokage salía corriendo de su propia aldea, vestido bien incluso, arreglado. Un aviso de Bijuu había irrumpido en su despacho, y se llevaba a su estudiante con él, no iba a sellarse a él mismo el animal, imposible, por ende debería sellarlo en alguien de confianza, y una estudiante era lo más parecido a ello. Llevaba con él todo lo necesario, después de todo, su cuerpo era su arma, miraba también a la niña que le acompañaba, maldita la hora en la que su pervertido hermano se quiso hacer cargo de ella.-Vamos niña, no quiero retrasarme.- Ni siquiera llevaba un uniforme que especificara que era el Otokage, era antiestético completamente, pero el gorro al menos si lo llevaba en la cintura, si aparecía algún inconveniente simplemente se haría cargo de él o se lo encomendaría a aquel estúpido Hokage, al que le envió un papel que ya debería haber llegado a su despacho, notificando que Otogakure intentaría hacerse con el animal.