1 Se abre una nueva visión... Vie Jul 27, 2012 4:52 pm
Iraashyy Shidô
Jounin Élite
Había pasado mucho tiempo escudriñando mirs libros, noches enteras con pocas horas de sueño, estaba muy cansado, pero mis esfuerzos no iban a ser en vano: había encontrado la llave que habría las puertas de un nuevo poder. El libro que había leído era nada más y nada menos que la historia del Sabio de los Seis Caminos, algo realmente muy interesante.
Según el libro, el Sabio había tenido dos hijos: el mayor era fuerte, y el segundo, prefería la fuerza del entendimiento que la fuerza bruta. En el lecho de muerte, el Sabio debía elegir a su sucesor. Entonces, el hermano mayor pensó que el Sabio lo elegiría a él, pero pasó totalmente lo contrario: el elegido fue el hermano menor, que al parecer tenía lo llamado "Voluntad del Fuego", algo que le gustó mucho a su señor padre. El hermano mayor, muerto de envidia y celos, recibió la llamada "Maldición del Odio".
Pasados algunos años, los descendientes del hermano mayor comenzaron a hacerse llamar de la familia "Uchiha", mientras que los descendientes del hermano menor se llamarían "Senju".
Quise saber más sobre el hermano mayor, quizá él tuviera lo que necesitaría para obtener un poder aún más grande. Puede ser que luego investigue al hermano menor, pero ahora mi prioridad estaba con el mayor.
Buscó en sus demás libros para conocer más acerca de la familia Uchiha, de donde procedía yo mismo. Conocía la mayoría de los datos que obtuve, como el poder del Sharingan. Luego de mucho buscar, pensé que no encontraría nada más, pero estaba equivocado, algo que me gustó: en unos rollos de pergamino bastante viejos encontré algo llamado "Mangekyuo Sharingan", decía que era la máxima expresión del poder de un Uchiha a través de su Sharingan. Estaba totalmente anonadado por el descubrimiento, así que decidí seguir con la búsqueda, aver si encontraba la forma de obtener tal poder.
El Mangekyou Sharingan se podía obtener de una sola forma: experimentar el dolor por la muerte de alguien cercano a uno mismo, decía un viejo pergamino, pero era casi nula la cantidad de gente que era "cercana" a mí, por lo que no podría evolucionar mi Sharingan, tenía que haber otra manera.
Otra noche entera en vela buscando, hasta que por fin pude dar con un documento, más bien parecía un fragmento de una carta o algo, que decía:
Al parecer la respuesta a mi pregunta estaba en ese trozo de papel: si conseguía a alguien que me pudiera instruir, mejor si era el que había instruido a esta persona, entonces podría obtener tal poder, aunque, pensándolo mejor, si uno se vuelve cada vez más malvado al obtener el Mangekyou Sharingan, entonces no creo que sea buena idea... pero... si tenía este poder, entonces no tendría que molestarme en que gente de afuera venga a atacar la aldea, podría repelerlos fácilmente y con el mejor esfuerzo, todo lo hago por la aldea que gobierno.
Entonces busqué entre otros manuscritos, para ver si la letra era parecido, y hallé una hoja dedicada a un tal Hanzo, escrita por el mismo hombre que le otro documento. En el papel decía que por culpa de sus acciones, todos iban a perseguir al tal Hanzo, por haberlo convertido en lo fue, por eso le dijo que se escondiera en las montañas, para que nadie lo molestara. Bueno, ya estaba todo dicho: tenía que encontrar al tal Hanzo y que me enseñe a liberar el Mangekyou Sharingan.
Al otro día fui hacia las montañas con una pequeña escolta, les dije a los aldeanos que haría un viaje de investigación, esperaba que no me hicieran lo mismo que al pobre hombre que escribía la carta. Cerca de 6 horas estuvimos mi guardia y yo escalando, caminando, hasta que por fin dimos con una cabaña en la mitad de la nada, entre los picos de la montaña había una casucha de madera que parecía que iba a venirse abajo, seguro era ahí donde vivía este Hanzo. me acerqué con mi guardia hasta la puerta y la golpeé, pero como nadie salió, uno de mis guardias se me adelantó y aporreó la puerta con ganas, hasta que salió un hombre viejo, de tal vez unos 80 años, rostro enjuto y demacrado, con la mirada cansada y vacía: estaba ciego. Dio unos pasitos hacia adelante, mirando hacia donde estábamos nosotros, pero obviamente no nos podía ver.
-¿Quién es?- preguntó al aire. -No tengo nada de valor, por favor.
-Creo que puede tener algo que me interese.- Le dije pausadamente, no sabía si podía alterarse con facilidad. -¿Es usted el señor Hanzo?
-Sí, así es, soy yo, ¿Quién es usted?- parecía algo confundido.
-Mi nombre es Iraashyy Shido, del clan Uchiha, soy el Tsuchikage actual.
-¿U-uchiha has dicho? Ya sé lo que has venido a buscar muchacho, pero no creo que te guste una vez lo pruebes.
-He investigado demasiado como para rendirme aquí, me acompañará hasta la Academia Ninja de la aldea, para entrenarme, obtendré el Mangekyou Sharingan con su ayuda, sensei.
El hombre pareció pensarlo un momento, pero luego dio media vuelta y trató de entrar, pero me apresuré a cortarle el paso, estaba totalmente decidido.
-Por favor, señor Hanzo, he visto esta aldea suprimida bajo el peso de la corrupción y la guerra, si esto me ayuda a terminar con el dolor de este pueblo, debe ayudarme.
-Pero a cambio... ¿Qué obtendrás tú? Una sed de sangre insaciable, ansias de conseguir más poder. No quiero ver a otro joven desperdiciar su futuro, peor aún, destruir a toda una familia sólo por el anhelo de poder que nunca podrá conseguir.
-Yo no soy como su anterior alumno, he leído su carta, estaba arrepentido, al parecer se le ocurrió esa idea en sus últimos momentos, por favor, necesito esto.
Luego de meditarlo un instante, el viejo se apartó de mí, se metió en la choza y buscó en un viejo y destartalado mueble una capa de viaje. Se la abrochó y salió por la puerta, colocándose a mi lado.
-Está bien, pero como recompensa: todos en la aldea deberán aceptarme de nuevo, y darme un lindo hogar donde pasar mis últimos momentos.
-Concedido.- Era lo menos que merecía.
Emprendimos el viaje de regreso, ahora con una persona más entre nosotros, pero ahora tenía algo muy parecido a la esperanza abriéndose paso dentro de mí. Cuando llegamos a la Academia, hice que desalojaran un ala entera, para poder tener un buen espacio para entrenar, además de hacer una habitación improvisada para Hanzo, era bastante humilde, no pedía muchas comodidades, bueno, más allá de la magnífica casa que tendría cuando terminara mi entrenamiento de forma satisfactoria.
Le dí el resto del día para que descansara, mañana comenzaría todo.
A las ocho de la mañana en punto, estábamos ya listos en el patio de la Academia, en la parte dentro del ala reservada para nosotros. El anciano se sentó en un banco, y comenzó con una perorata de lo que significaba poseer el Mangekyou Sharingan y las responsabilidades que eso conllevaba. También habló de los riesgos del uso de este nuevo Sharingan, lo cual era la parte más importante de todo, según él.
-Las técnicas del Mangekyou Sharingan son de las más poderosas del mundo ninja, deberás usarlas con cuidado, porque traen una maldición con ellas: la pérdida de la luz, esto quiere decir que mientras más uses estas terribles habilidades, más se desgastarán tus ojos, hasta el punto de quedar completamente ciego, como yo. Así que, ya estás advertido, si quieres seguir con todo esto, entonces deberás atenerte a estas consecuencias. ¿Las aceptas, joven pupilo?
-Por supuesto.
-Entonces basta de cháchara, comencemos de una vez.
Como primera parte me hizo activar mi Sharingan, según cómo pudo sentir mi Chakra dijo que estaba en un buen estado de control sobre el mismo, un desarrollo impresionante según las palabras del maestro. Luego me hizo concentrar Chakra en ellos, para poder usar sus funciones básicas: la lectura de Chakra y analizarla, lo cual no fue difícil, pero me hizo repetir el ejercicio hasta que lo tuviera dominado por completo, hasta que pudiera analizar, descomponer y recomponer cualquier tipo de Chakra. Luego de todo esto, me lanzó algunas técnicas del estilo de fuego, para que las copiara e intentara devolverlas con más potencia, así estuvimos cerca de 3 horas lanzándonos bolas de fuego gigantes, había que decir que el hombre, para su edad y su ceguera, era un shinobi increíble, no quería ni pensar en lo que fue cuando era joven.
Cuando el sol comenzó a ponerse sobre el tejado de la Academia, nos sentamos a descansar, el anciano estaba exhausto, pero tenía un leve sonrisa, al parecer era prometedor o no se había sentido así desde hace tiempo, alguna de las dos sería. Dijo que para continuar con el entrenamiento debería encontrar una buena razón para liberar el Mangekyou Sharingan, de otro modo, sólo conseguiría perder el tiempo. Me hizo sentar de una forma rara, con un paño mojado en algún tipo de sustancia perfumada sobre los ojos, me dijo que buscara dentro de mí ése motivo especial que hacía que me sintiera con necesidad de este poder.
Dentro de mi mente, todo estaba en blanco, nada pasaba ni nada venía. Comencé a molestarme, era una pérdida de tiempo: podíamos estar haciendo otra cosa antes que hacer esto, pero al parecer era el paso más importante del entrenamiento, según palabras de Hanzo. Fue entonces que una visión se me apareció: era la aldea de Iwa, toda en llamas, la gente corriendo asustada, gritando y esquivando escombros que salían volando por encima de las cabezas del gentío. Todos lloraban, el edificio del Kage estaba casi totalmente destruido, y veía a la gente furiosa que iba hacia ahí, buscando a la persona que permitió que eso pasara. Y ahí me encontraba yo, rodeado de gente rabiosa por la pérdida de sus hogares, y yo, como un ******, no pude hacer nada, porque no tenía el poder suficiente para evitar que eso pasara, que no pude parar un pequeño ataque, todo estaba en llamas, por mi culpa.
Cuando vi mi cara destruida por una piedra que me lanzaron, aparté la vista, y desde ese momento sabía para qué necesitaba realmente ese poder: para evitar que nada malo le pasara a la aldea, para defenderme a mí mismo, y por sobre todas las cosas, para defender a mi gente, a mi aldea y a mi honor.
Abrí los ojos, me quité el paño y miré fijamente a Hanzo, esperando alguna respuesta o algo que me indicara lo que había pasado.
-Lo has conseguido hijo, has encontrado el motivo por el cual requieres tal poder, al parecer, los dioses te han oído, compruébalo, mírate al espejo.
Cuando me acerqué a un espejo que estaba montado en una pared cercana, no podía creer lo que estaba viendo: mi imagen, casi completamente igual, salvo mis ojos, la forma de mi Sharingan había cambiado, y su expresión decía dos cosas: poder y justicia.
-No te emociones demasiado, que aún te falta aprender muchas cosas, querido aprendiz...
-¿Qué quieres decir, anciano?
-Que esto es solo el comienzo de tu viaje, joven, aún te falta mucho para dominar por completo tus nuevos ojos, vamos a hacer un ejercicio.
Se paró frente a mí, con una distancia de más o menos ocho metros. Luego hizo un secuencia de sellos, pero no fue él quien lanzó la técnica, sino que lo había hecho yo, no me había dado cuenta de lo rápido que fui para copiar los movimientos de manos que no pude darme cuenta de lo que estaba haciendo hasta después de haberlo hecho. El viejo pudo esquivar trabajosamente el ataque, pero me miró aterrado.
-Impresionante, tus habilidades son mejores de lo que esperaba. Pero no podrás hacer uso de todas tus habilidades hasta que aprendas a controlarte a ti mismo, eso tenlo siempre en cuenta. Y ahora...- Dijo al mismo tiempo que sacaba un rollo de pergamino de entre sus ropas. -Ten, dentro de este pergamino encontrarás todas las técnicas que puede realizar el Mangekyou Sharingan, más un análisis de mi parte, espero que te sirva de ayuda. Ahora, si me permites, me voy a descansar, y espero ansioso por la casa que me has prometido.
Deudas eran deudas, y ahora debía pagarla: le había prometido una gran y acogedora casa al anciano por sus servicios, y eso es lo que tendría que hacer. La casa se encuentra en el centro de la aldea, con una guardia especial para él, pero no creo que la necesite, puesto que los aldeanos ya no le harían nada. Le entregué los papeles de la casa, los que indicaban que esa casa le pertenecía a él y solamente a él. Tenía un enorme jardín, con un pequeño estanque con peces. También podía cobrar una jubilación, además de tener varias personas para servirle. En cuanto terminamos con el recorrido por su nueva casa, el hombre estaba más que contento.
-Muchísimas gracias, mi querido Tsuchikage, espero que lo que le haya enseñado sea provechoso. También espero que no le pase nada malo, y que no caiga en la tentación de conseguir más y más poder.
-No se preocupe, viejo maestro, no pasará jamás, se lo prometo.
-Espero que esa promesa se mantenga en pie hasta el día en que mueras, querido aprendiz. Te deseo la mejor de las suertes, adiós.
Cuando el viejo estaba por cerrar la puerta, puse el pie a tiempo para evitar que se cerrara del todo, y ahí le dije:
-Si este es el comienzo del camino, ¿tú me ayudarás a terminarlo?
-Si te ayudé con estar parte del trayecto, ya no puedo dejarte atrás, pero terminar esta senda es cosa tuya, yo puedo ayudarte en el transcurso del viaje, pero al final, sólo tú puedes decidir qué hacer ahí.
No dijo más nada y se metió dentro, y muchas cosas quedaron atascadas en mi cabeza, no sé cómo hice para llegar hasta mi oficina, mucho menos cómo hice para sentarme en mi silla, y cuando mi secretaria llegó con más papeles, se le cayeron al ver mis ojos, todavía con el Mangekyou Sharingan activado, y salió a tropezones de la habitación, diciendo cosas en voz baja. Realmente no me importaba, me dí la vuelta y me quedé mirando el cielo a través de la ventana, pensando si lo que había hecho hoy era algo bueno o algo malo. Quizá pensé demasiado en poco tiempo, porque al rato estaba durmiendo de nuevo, para poder estar descansado para mañana, tendría más trabajo de la aldea, y quizá me harían un tiempo para leer el pergamino que me había dejado Hanzo antes de salir de su casa... muchas cosas pasarían, pero ahora estaba queriendo pensar que estaba preparado para ellas...
Según el libro, el Sabio había tenido dos hijos: el mayor era fuerte, y el segundo, prefería la fuerza del entendimiento que la fuerza bruta. En el lecho de muerte, el Sabio debía elegir a su sucesor. Entonces, el hermano mayor pensó que el Sabio lo elegiría a él, pero pasó totalmente lo contrario: el elegido fue el hermano menor, que al parecer tenía lo llamado "Voluntad del Fuego", algo que le gustó mucho a su señor padre. El hermano mayor, muerto de envidia y celos, recibió la llamada "Maldición del Odio".
Pasados algunos años, los descendientes del hermano mayor comenzaron a hacerse llamar de la familia "Uchiha", mientras que los descendientes del hermano menor se llamarían "Senju".
Quise saber más sobre el hermano mayor, quizá él tuviera lo que necesitaría para obtener un poder aún más grande. Puede ser que luego investigue al hermano menor, pero ahora mi prioridad estaba con el mayor.
Buscó en sus demás libros para conocer más acerca de la familia Uchiha, de donde procedía yo mismo. Conocía la mayoría de los datos que obtuve, como el poder del Sharingan. Luego de mucho buscar, pensé que no encontraría nada más, pero estaba equivocado, algo que me gustó: en unos rollos de pergamino bastante viejos encontré algo llamado "Mangekyuo Sharingan", decía que era la máxima expresión del poder de un Uchiha a través de su Sharingan. Estaba totalmente anonadado por el descubrimiento, así que decidí seguir con la búsqueda, aver si encontraba la forma de obtener tal poder.
El Mangekyou Sharingan se podía obtener de una sola forma: experimentar el dolor por la muerte de alguien cercano a uno mismo, decía un viejo pergamino, pero era casi nula la cantidad de gente que era "cercana" a mí, por lo que no podría evolucionar mi Sharingan, tenía que haber otra manera.
Otra noche entera en vela buscando, hasta que por fin pude dar con un documento, más bien parecía un fragmento de una carta o algo, que decía:
"De nada me ha servido esto, he conseguido tanto poder para nada, después de todo, la gente que amaba seguía muriendo a mi alrededor, mi ojos estaban tan cegados por el poder que no pudieron ver la miseria que causaron, hasta mi hermano mismo murió al verlos. Sólo así conseguí el poder supremo del clan, pero no fue nada comparado con lo que perdí: mi humanidad.
Antes, cuando no poseía este poder todo era felicidad y risas, pero luego de comenzado el entrenamiento... todo se fue por el caño, cada día se me veía más egoísta, gruñón y sádico. Espero que los dioses me puedan perdonar algún día..."
Antes, cuando no poseía este poder todo era felicidad y risas, pero luego de comenzado el entrenamiento... todo se fue por el caño, cada día se me veía más egoísta, gruñón y sádico. Espero que los dioses me puedan perdonar algún día..."
Al parecer la respuesta a mi pregunta estaba en ese trozo de papel: si conseguía a alguien que me pudiera instruir, mejor si era el que había instruido a esta persona, entonces podría obtener tal poder, aunque, pensándolo mejor, si uno se vuelve cada vez más malvado al obtener el Mangekyou Sharingan, entonces no creo que sea buena idea... pero... si tenía este poder, entonces no tendría que molestarme en que gente de afuera venga a atacar la aldea, podría repelerlos fácilmente y con el mejor esfuerzo, todo lo hago por la aldea que gobierno.
Entonces busqué entre otros manuscritos, para ver si la letra era parecido, y hallé una hoja dedicada a un tal Hanzo, escrita por el mismo hombre que le otro documento. En el papel decía que por culpa de sus acciones, todos iban a perseguir al tal Hanzo, por haberlo convertido en lo fue, por eso le dijo que se escondiera en las montañas, para que nadie lo molestara. Bueno, ya estaba todo dicho: tenía que encontrar al tal Hanzo y que me enseñe a liberar el Mangekyou Sharingan.
Al otro día fui hacia las montañas con una pequeña escolta, les dije a los aldeanos que haría un viaje de investigación, esperaba que no me hicieran lo mismo que al pobre hombre que escribía la carta. Cerca de 6 horas estuvimos mi guardia y yo escalando, caminando, hasta que por fin dimos con una cabaña en la mitad de la nada, entre los picos de la montaña había una casucha de madera que parecía que iba a venirse abajo, seguro era ahí donde vivía este Hanzo. me acerqué con mi guardia hasta la puerta y la golpeé, pero como nadie salió, uno de mis guardias se me adelantó y aporreó la puerta con ganas, hasta que salió un hombre viejo, de tal vez unos 80 años, rostro enjuto y demacrado, con la mirada cansada y vacía: estaba ciego. Dio unos pasitos hacia adelante, mirando hacia donde estábamos nosotros, pero obviamente no nos podía ver.
-¿Quién es?- preguntó al aire. -No tengo nada de valor, por favor.
-Creo que puede tener algo que me interese.- Le dije pausadamente, no sabía si podía alterarse con facilidad. -¿Es usted el señor Hanzo?
-Sí, así es, soy yo, ¿Quién es usted?- parecía algo confundido.
-Mi nombre es Iraashyy Shido, del clan Uchiha, soy el Tsuchikage actual.
-¿U-uchiha has dicho? Ya sé lo que has venido a buscar muchacho, pero no creo que te guste una vez lo pruebes.
-He investigado demasiado como para rendirme aquí, me acompañará hasta la Academia Ninja de la aldea, para entrenarme, obtendré el Mangekyou Sharingan con su ayuda, sensei.
El hombre pareció pensarlo un momento, pero luego dio media vuelta y trató de entrar, pero me apresuré a cortarle el paso, estaba totalmente decidido.
-Por favor, señor Hanzo, he visto esta aldea suprimida bajo el peso de la corrupción y la guerra, si esto me ayuda a terminar con el dolor de este pueblo, debe ayudarme.
-Pero a cambio... ¿Qué obtendrás tú? Una sed de sangre insaciable, ansias de conseguir más poder. No quiero ver a otro joven desperdiciar su futuro, peor aún, destruir a toda una familia sólo por el anhelo de poder que nunca podrá conseguir.
-Yo no soy como su anterior alumno, he leído su carta, estaba arrepentido, al parecer se le ocurrió esa idea en sus últimos momentos, por favor, necesito esto.
Luego de meditarlo un instante, el viejo se apartó de mí, se metió en la choza y buscó en un viejo y destartalado mueble una capa de viaje. Se la abrochó y salió por la puerta, colocándose a mi lado.
-Está bien, pero como recompensa: todos en la aldea deberán aceptarme de nuevo, y darme un lindo hogar donde pasar mis últimos momentos.
-Concedido.- Era lo menos que merecía.
Emprendimos el viaje de regreso, ahora con una persona más entre nosotros, pero ahora tenía algo muy parecido a la esperanza abriéndose paso dentro de mí. Cuando llegamos a la Academia, hice que desalojaran un ala entera, para poder tener un buen espacio para entrenar, además de hacer una habitación improvisada para Hanzo, era bastante humilde, no pedía muchas comodidades, bueno, más allá de la magnífica casa que tendría cuando terminara mi entrenamiento de forma satisfactoria.
Le dí el resto del día para que descansara, mañana comenzaría todo.
A las ocho de la mañana en punto, estábamos ya listos en el patio de la Academia, en la parte dentro del ala reservada para nosotros. El anciano se sentó en un banco, y comenzó con una perorata de lo que significaba poseer el Mangekyou Sharingan y las responsabilidades que eso conllevaba. También habló de los riesgos del uso de este nuevo Sharingan, lo cual era la parte más importante de todo, según él.
-Las técnicas del Mangekyou Sharingan son de las más poderosas del mundo ninja, deberás usarlas con cuidado, porque traen una maldición con ellas: la pérdida de la luz, esto quiere decir que mientras más uses estas terribles habilidades, más se desgastarán tus ojos, hasta el punto de quedar completamente ciego, como yo. Así que, ya estás advertido, si quieres seguir con todo esto, entonces deberás atenerte a estas consecuencias. ¿Las aceptas, joven pupilo?
-Por supuesto.
-Entonces basta de cháchara, comencemos de una vez.
Como primera parte me hizo activar mi Sharingan, según cómo pudo sentir mi Chakra dijo que estaba en un buen estado de control sobre el mismo, un desarrollo impresionante según las palabras del maestro. Luego me hizo concentrar Chakra en ellos, para poder usar sus funciones básicas: la lectura de Chakra y analizarla, lo cual no fue difícil, pero me hizo repetir el ejercicio hasta que lo tuviera dominado por completo, hasta que pudiera analizar, descomponer y recomponer cualquier tipo de Chakra. Luego de todo esto, me lanzó algunas técnicas del estilo de fuego, para que las copiara e intentara devolverlas con más potencia, así estuvimos cerca de 3 horas lanzándonos bolas de fuego gigantes, había que decir que el hombre, para su edad y su ceguera, era un shinobi increíble, no quería ni pensar en lo que fue cuando era joven.
Cuando el sol comenzó a ponerse sobre el tejado de la Academia, nos sentamos a descansar, el anciano estaba exhausto, pero tenía un leve sonrisa, al parecer era prometedor o no se había sentido así desde hace tiempo, alguna de las dos sería. Dijo que para continuar con el entrenamiento debería encontrar una buena razón para liberar el Mangekyou Sharingan, de otro modo, sólo conseguiría perder el tiempo. Me hizo sentar de una forma rara, con un paño mojado en algún tipo de sustancia perfumada sobre los ojos, me dijo que buscara dentro de mí ése motivo especial que hacía que me sintiera con necesidad de este poder.
Dentro de mi mente, todo estaba en blanco, nada pasaba ni nada venía. Comencé a molestarme, era una pérdida de tiempo: podíamos estar haciendo otra cosa antes que hacer esto, pero al parecer era el paso más importante del entrenamiento, según palabras de Hanzo. Fue entonces que una visión se me apareció: era la aldea de Iwa, toda en llamas, la gente corriendo asustada, gritando y esquivando escombros que salían volando por encima de las cabezas del gentío. Todos lloraban, el edificio del Kage estaba casi totalmente destruido, y veía a la gente furiosa que iba hacia ahí, buscando a la persona que permitió que eso pasara. Y ahí me encontraba yo, rodeado de gente rabiosa por la pérdida de sus hogares, y yo, como un ******, no pude hacer nada, porque no tenía el poder suficiente para evitar que eso pasara, que no pude parar un pequeño ataque, todo estaba en llamas, por mi culpa.
Cuando vi mi cara destruida por una piedra que me lanzaron, aparté la vista, y desde ese momento sabía para qué necesitaba realmente ese poder: para evitar que nada malo le pasara a la aldea, para defenderme a mí mismo, y por sobre todas las cosas, para defender a mi gente, a mi aldea y a mi honor.
Abrí los ojos, me quité el paño y miré fijamente a Hanzo, esperando alguna respuesta o algo que me indicara lo que había pasado.
-Lo has conseguido hijo, has encontrado el motivo por el cual requieres tal poder, al parecer, los dioses te han oído, compruébalo, mírate al espejo.
Cuando me acerqué a un espejo que estaba montado en una pared cercana, no podía creer lo que estaba viendo: mi imagen, casi completamente igual, salvo mis ojos, la forma de mi Sharingan había cambiado, y su expresión decía dos cosas: poder y justicia.
-No te emociones demasiado, que aún te falta aprender muchas cosas, querido aprendiz...
-¿Qué quieres decir, anciano?
-Que esto es solo el comienzo de tu viaje, joven, aún te falta mucho para dominar por completo tus nuevos ojos, vamos a hacer un ejercicio.
Se paró frente a mí, con una distancia de más o menos ocho metros. Luego hizo un secuencia de sellos, pero no fue él quien lanzó la técnica, sino que lo había hecho yo, no me había dado cuenta de lo rápido que fui para copiar los movimientos de manos que no pude darme cuenta de lo que estaba haciendo hasta después de haberlo hecho. El viejo pudo esquivar trabajosamente el ataque, pero me miró aterrado.
-Impresionante, tus habilidades son mejores de lo que esperaba. Pero no podrás hacer uso de todas tus habilidades hasta que aprendas a controlarte a ti mismo, eso tenlo siempre en cuenta. Y ahora...- Dijo al mismo tiempo que sacaba un rollo de pergamino de entre sus ropas. -Ten, dentro de este pergamino encontrarás todas las técnicas que puede realizar el Mangekyou Sharingan, más un análisis de mi parte, espero que te sirva de ayuda. Ahora, si me permites, me voy a descansar, y espero ansioso por la casa que me has prometido.
Deudas eran deudas, y ahora debía pagarla: le había prometido una gran y acogedora casa al anciano por sus servicios, y eso es lo que tendría que hacer. La casa se encuentra en el centro de la aldea, con una guardia especial para él, pero no creo que la necesite, puesto que los aldeanos ya no le harían nada. Le entregué los papeles de la casa, los que indicaban que esa casa le pertenecía a él y solamente a él. Tenía un enorme jardín, con un pequeño estanque con peces. También podía cobrar una jubilación, además de tener varias personas para servirle. En cuanto terminamos con el recorrido por su nueva casa, el hombre estaba más que contento.
-Muchísimas gracias, mi querido Tsuchikage, espero que lo que le haya enseñado sea provechoso. También espero que no le pase nada malo, y que no caiga en la tentación de conseguir más y más poder.
-No se preocupe, viejo maestro, no pasará jamás, se lo prometo.
-Espero que esa promesa se mantenga en pie hasta el día en que mueras, querido aprendiz. Te deseo la mejor de las suertes, adiós.
Cuando el viejo estaba por cerrar la puerta, puse el pie a tiempo para evitar que se cerrara del todo, y ahí le dije:
-Si este es el comienzo del camino, ¿tú me ayudarás a terminarlo?
-Si te ayudé con estar parte del trayecto, ya no puedo dejarte atrás, pero terminar esta senda es cosa tuya, yo puedo ayudarte en el transcurso del viaje, pero al final, sólo tú puedes decidir qué hacer ahí.
No dijo más nada y se metió dentro, y muchas cosas quedaron atascadas en mi cabeza, no sé cómo hice para llegar hasta mi oficina, mucho menos cómo hice para sentarme en mi silla, y cuando mi secretaria llegó con más papeles, se le cayeron al ver mis ojos, todavía con el Mangekyou Sharingan activado, y salió a tropezones de la habitación, diciendo cosas en voz baja. Realmente no me importaba, me dí la vuelta y me quedé mirando el cielo a través de la ventana, pensando si lo que había hecho hoy era algo bueno o algo malo. Quizá pensé demasiado en poco tiempo, porque al rato estaba durmiendo de nuevo, para poder estar descansado para mañana, tendría más trabajo de la aldea, y quizá me harían un tiempo para leer el pergamino que me había dejado Hanzo antes de salir de su casa... muchas cosas pasarían, pero ahora estaba queriendo pensar que estaba preparado para ellas...
Mi Mangekyou Sharingan